Experiencia del CAIF Aldeas Infantiles con niños, niñas y madres en contexto de encierro
Actualmente en Uruguay, 41 niños y niñas menores de 4 años viven en cárceles con sus madres. Además de tener restringida su libertad y el goce pleno de sus derechos, estos niñas y niños crecen en un contexto totalmente desfavorable para su desarrollo*.

En 2020, el Instituto Nacional de Rehabilitación se contactó con el CAIF Aldeas Infantiles de Paysandú por el ingreso de una mujer con un bebé a la unidad penitenciaria 16. El equipo del CAIF acompañó desde entonces a cinco mujeres privadas de libertad con hijos/as.
Si bien al comienzo el pabellón no contaba con ningún espacio adecuado para el trabajo con primera infancia, el equipo del CAIF logró el armado de una sala en la que se dispusieron mesas, sillas, módulos de psicomotricidad y otros materiales que se llevaron desde el centro.
“Ahí sí pudimos empezar a trabajar semanalmente con estas mamás que no tenían permiso para salir a los talleres (que se desarrollan en los CAIF), por lo tanto, nosotras teníamos que trasladarnos y hacer un taller ahí. Tenía la merienda, la parte de juego, la parte de reflexión, como un taller que se da en el CAIF lo hacíamos en ese espacio”, comenta Viviana Torres, educadora del Programa Experiencias Oportunas. Además del espacio físico inadecuado, el equipo del CAIF notó que los niños y las niñas que vivían en el pabellón junto con sus madres eran alimentados/as con la misma comida que las adultas.
“No era algo balanceado y nutritivo para ellos”, afirma Virginia Langoni, educadora de nivel dos del CAIF. “Se hizo una coordinación para que un operador del INR levantara del CAIF la vianda para esos niños. También se logró un espacio apartado para que pudieran almorzar. Era una movida de todo el equipo: las viandas para el INR, las frutas para INR, que tampoco las podían ingresar al pabellón, pero también era importante que los niños las consumieran”, agrega.
Cuando salen para afuera tienen ese miedo a lo desconocido. Un día quería tocar la lluvia, entonces nos quedamos un ratito afuera experimentando. Después te ponés a pensar y claro, no tiene la posibilidad de hacerlo cuando ella quiera...
Langoni acompañó el proceso de una mamá y una niña de dos años. Al principio trabajaba con ambas en la sala que el CAIF armó en la unidad penitenciaria: “Aprontábamos la sala, armábamos rincones, llevábamos la alfombra y material desde el CAIF para brindarle un espacio diferente al que tenía la niña dentro del pabellón. Luego las invitábamos a pasar y ahí estábamos una hora, tratando primero de lograr el despegue de la niña con su mamá, que era el único contacto que ella tenía ahí adentro. De a poquito se fue logrando”
Luego de un año de trabajo en la Unidad 16, la niña comenzó su adaptación en el CAIF: “Cuando vino acá costó bastante lograr adaptarla e ingresarla a sala. Una se imagina que la niña va a estar feliz de ver toboganes, de ver otros juguetes, otro ambiente, otros niños. Pero ellos están en ese contexto de encierro, es lo que conocen, entonces cuando salen para afuera tienen ese miedo a lo desconocido. Un día quería tocar la lluvia, entonces nos quedamos un ratito afuera experimentando. Después te ponés a pensar y claro, no tiene la posibilidad de hacerlo cuando ella quiera”.
La normativa internacional afirma que para las mujeres con hijos/as a cargo se deben privilegiar medidas no privativas de libertad y que las cárceles para mujeres deben contar con instalaciones especiales para embarazadas y niños y niñas. A pesar de estas recomendaciones, la población carcelaria de mujeres ha ido en aumento en los últimos años. Uno de los motivos que explican este crecimiento es el recrudecimiento de las penas en los delitos de narcomenudeo, que implican una baja peligrosidad.
“En el caso de las mujeres, no solo debe tenerse en cuenta, particularmente, la gravedad del delito cometido y su historial delictivo, sino también otros elementos, como su historial de victimización, sus responsabilidades de cuidados —adoptando como principio el interés superior del niño o la niña— y las especificidades que implican las mujeres embarazadas o jefas de familia (UNODC, 2021). En este sentido, el estudio del impacto del encarcelamiento de la mujer sobre terceros, especialmente sus hijos e hijas pequeños, debería ser un elemento fundamental a tener en cuenta en el momento de dictar la pena”. (Informe anual. Situación del sistema carcelario y de medidas, 2022).
Según el informe, “las mujeres ocupan en el mundo del delito lugares subordinados, donde a menudo la comisión de ilícitos debe ser entendida en el marco de situaciones de abuso, dependencia o amenaza. Así, las fronteras entre la figura de 'víctima' y de 'victimaria' se vuelven especialmente difusas en el caso de las mujeres (Britton, 2000)”.
Respecto a la relación que se entabló con las mujeres privadas de libertad en estos procesos de acompañamiento a sus hijos e hijas, Torres señala: “Se generó un vínculo entre el equipo y las mamás. De poder contarnos sus cosas, de lo que pasaban ahí. Muchas veces están en esa situación porque son de alguna manera obligadas, porque sabemos por qué entran. Llegás a empatizar, llegás a entenderlas”.
Actualmente no hay una política pública ni recursos de traslado que prevean la atención en centros CAIF de los niños y las niñas que ingresan con sus madres a centros penitenciarios. La atención se realiza caso a caso y los recursos de materiales, alimentación y traslado se gestionan desde el CAIF. “Nosotros (desde el CAIF) hicimos una alianza, para que cuando un niño ingresa con su mamá automáticamente ingrese al CAIF. Haya lugar o no, se le hace un lugar porque la idea es que ese niño esté la mayor parte del tiempo afuera, lo más que se pueda”, señala Torres.
Ambas educadoras destacan que a pesar del desafío y las complejidades que implicó el proceso (ya que ninguna había tenido contacto con un centro penitenciario antes), fue una experiencia positiva, tanto desde lo profesional como desde lo personal: “Estuve casi tres años trabajando con la niña, entonces creamos un vínculo bastante fuerte. Me enseñó demasiado, a aprender a valorar cada cosa que tenemos afuera, cada día, desde lo más sencillo. Creo que hicimos mucho, que en la vida de ella va a ser un lindo recuerdo dentro de todo lo vivido”, afirma Langoni.
Accedé al artículo “Maternidades en contexto de encierro: experiencia de trabajo conjunto entre el CAIF Aldeas Infantiles y el Instituto Nacional de Rehabilitación”, incluido en la publicación Entornos que cuidan. Aprendizajes y experiencias para la construcción de redes seguras y protectoras para niños, niñas y adolescentes.
Fotos: Aldeas Infantiles SOS Uruguay